La Práctica del Oficio y el Arte Alrededor de un Fuego: Everyday Sacred Hearth and Home Witchcraft & The Sagewordsmith Soul and the Art of Storytelling

¡Oh, Yo! ¡Una Vida Mágica para Mí!

Potnia Theron, "La Señora de los Animales". Tabiti, una diosa más primitiva y esteparia, una amalgama sin desdoblar entre el reino de Hestia y los dominios de Ártemis, diosa escita del Fuego, el Hogar, la Familia, la Naturaleza silvestre y los Animales salvajes.

El Fuego, los alimentos, las plantas, las raíces, las hierbas... y lo artesano, lo creativo, lo sensible, la aventura, el Amor, el Hogar, la naturaleza, los animales. La Práctica del Oficio y del Arte. Es lo que Soy. Y hacia eso me muevo lenta e inexorablemente desde mi día primero, y sin quererlo evitar ahora tampoco. Sigo mi Raíz, como hilo de Ariadna, entre piedras y raíces hasta lo profundo de la Tierra. Soy una Mujer Salvaje, y no lo puedo, ni lo quiero... ni lo debo evitar. Lo llevo en los huesos. Mi alma tira con todas sus fuerzas hacia tierras antiguas y legados ancestrales. Mi sangre, imantada a la Tierra, sigue unos designios, caminos y tambores tan antiguos como la Humanidad. Voces del desierto "en el pasado que ha huído de la Tierra", como dijo el Poeta, pero que vale la pena escuchar, recordar, rescatar... Witches seek the sacred knowledge that the rest of the world has already forgotten {Witch: wicce: wise woman}. ¿Cómo podríamos olvidarlo, olvidar a aquellas madres, tías, hijas, amigas y abuelas, todas nuestras antepasadas, si acaso no nosotras mismas en alguna de aquellas piras, nuestra memoria matrilínea, nuestro linaje raposo, ratero, rastrero y sin embargo, inmortal?
Porque la Mujer Luminar es capaz de prender sobre sus propios huesos, sobre los que canta otra raposa tal vez desde dentro, y está de regreso. Pelo a pelo... hueso a hueso... vocablo a vocablo... sobre esa energía basal ir reconstruyendo tanto que se fue deshaciendo en el mundo.

Que no tienen cultura, sino folklore.
Que no hacen arte, sino manualidades.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no practican religiones, sino supersticiones.
Que no tienen cara, sino brazos.

Según nos dijeron. Y maldijeron.

Igual que nuestros nombres.
Los mismos que cambiaron los huesos de sitio, y borraron las señales...

El Corazón traza la senda viva, entre las estrellas, en lo profundo del bosque, alrededor del mismo fuego, reconociendo cada vez la Voz mitológica cuando Llama tañendo el nombre como una campana... La Llama que Llama. Que interpela a la criatura que habita en el interior de la Mujer Salvaje para consagrarse con afán infatigable al trabajo interminable de buscar, encontrar, recolectar y juntar hasta el último hueso en su sitio, hasta que ha juntado un esqueleto entero, la hermosa escultura blanca y completa, tan blanca como la sonrisa de alabastro que se abre paso en ese instante, radiante corcel, entre los labios de la Niña-Mujer-Vieja, blanca como el origen de su alma y el destino de sus cabellos, puede entonces recuperar el sentido verdadero de las cosas, llamar las cosas por su nombre, cobrar hálito de vida, al brillo del cual reconoce su memoria, cuyo canto revela inequívoco su identidad ante los ojos extáticos de la Huesera, que entona la letra de la canción... una canción del alma que parece supiera de toda una vida. Porque es su propia arqueología sagrada, su psique más profunda, su memoria filogenética, la que desempolva con los huesos espirituales la Mujer Salvaje y Sabia, la que desoye las historias y escucha a cambio los cuentos, los dichos, los refranes, los mitos, las leyendas... rituales, sueños y creencias de la Antigüedad, de cuando el Hombre vivía más apegado a la Tierra en una comunión sagrada, y que hablan de una Espiritualidad tan sabia y remota como Ella. Todo lo que lleva intrínseco, impregnado, preñado el germen de lo Antiguo, la semilla del Legado Ancestral, el pneuma dorado que serpentea por el camino torcido, el camino rojo, el menos frecuentado, el Camino Astado, el que recorren, han recorrido y recorrerán, al hilo de los tiempos, las Brujas de la Casa de Aruru... valientes y osadas, ¡odiadas brujas!, para caminar por el filo, por los extremos, a saltos cuando todo se quema bajo sus pies, para llegar hasta donde a nadie le interesa ya estar, para forzar el blanco o el negro de las cosas, para vivir con el alma al aire y las palmas vueltas hacia el cielo, sin esperar nada más a cambio que vivir una vida con sentido. Y cuentan que la Luna y el Sol yacen en concubinato en el mullido nido que son las astas del Animal Sagrado que acompañará desde su nacimiento a algunas de ellas... una criatura mágica que guarda el bosque donde habitan y transitan.


El corro de brujas ríe y ríe mientras bailan, entretejidas en una chasca de pelos rojos, naranjas, castaños y blancos, todos encendidos alrededor de un fuego, y ninguna cara refleja la edad que tiene. Arden las puntas de las faldas de las brujas, y se dirían ascuas, elevándose de las brasas que pisan, que crujen, parlanchinas, igual de alegres que ellas, revelando secretos esa noche a voces, en un íntimo aquelarre entre una herencia infinita y un legado incondicional, memoria e instinto de estas mujeres al amor de la luna y la lumbre, que sienten natural inclinación _y que, pese a lo que digan, acaban siempre adaptando sus proyectos, ¡tan grandes, uy! ¡tan perfectos! a sus sueños personales_ por las tareas de cultivar, recolectar y cocinar los alimentos que conectan a estas brujas de fogón con las raíces de la Tierra a través de su comal o caldero en su Cocina Medicina, una runa de aire, de agua, de fuego y de tierra donde tiene lugar un tipo de Alquimia diferente. Si alguna vez te has extraviado un poquito y estás cansado, bien pudiera ser que alguna de ellas te encontrara, y si tuvieras la suerte de caerle en gracia, ella te enseñará una cosa... una cosa del alma.

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