La chef Patricia Quintana, una gran embajadora de la gastronomía nacional comenzó su aprendizaje con las Mujeres de Humo, de Totonacapan. Ella recuerda que desde los cuatro años le enseñaron a preparar el nixtamal, hacer la tortilla en pleno fuego, tener la medida exacta para que la masa estuviera en su punto, el molcajetear las salsas. En una voz dulce, Quintana -y casi en secreto-, me dijo: “estas mujeres se arrodillan y piden permiso al comenzar su día, hay un gran respeto por los ingredientes y su proceso”. Es fascinante que, por medio de relatos acompañados de recetas, la cultura y cosmovisión de los pueblos indígenas sigan latiendo. Este colectivo de cocineras de quien habla Quintana, bien podrían ser místicas porque saben cómo hablarle a la madre tierra y conforme a las fases lunares y de otros fenómenos naturales siembran y recolectan. Es fundamental considerar la trascendencia de estas guisanderas en la gastronomía mexicana “son muy importantes al ser un legado por el hecho de preservar nuestra cocina de fondo, se les debe hacer un gran reconocimiento”, agrega Quintana. “Ellas son el reencuentro ancestral de ingredientes y guisos”. Para estas mujeres, la cocina es un espacio sagrado “aquí nacemos, crecemos, formamos a nuestras familias, inclusive aquí morimos”, dice Martha Soledad Gómez Zalce, líder de las Mujeres de Humo, colectivo formado en honor a las abuelas, que comparten el conocimiento con ellas. Este grupo de mujeres está dedicado a la recopilación y enseñanza de recetas y técnicas culinarias milenarias de Totonacapan desde hace 25 años. Conocer a estas mujeres inspira, su “rebeldía” las ha llevado a mantener sus tradiciones en práctica con un oficio noble en el cual están en contacto con la naturaleza y ellas mismas. Saben de magia y de fogones practicando alquimia para alimentar al espíritu y satisfacer los sentidos, basta con probar una sencilla tortilla con salsa molcajeteada para entenderlo y entablar una relación con el humo como lo hacen ellas, porque como dice Martha: “una mujer de cocina no huele a perfume, su perfume es el olor a fogón porque aunque se bañen y estén en otro lado huelen a humo, sus canas no pueden ser blancas, están teñidas con el humo, cuando vengan a Cumbre sabrán los sentimientos y pensamientos que inundan a la mujer totonaca”, finalizó.
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